domingo, 23 de septiembre de 2007

VA QUE VA


La familia militar.
Por Pedro Luis Hernández Gil
Oigo, veo y siento la tele. Oigo su telecracia en las voces amaestradas que mandan a cuadro. Atrás de la caja televisiva, los que realmente están en sus tronos queman sus billetes verdes en mediocres equipos de fútbol. Los que comunican en la tele, por los canales del dúopolio, siento que son la boca de otros, los más grandes, los poderosos.
Los susodichos tienen un encuentro fortuito y no hablan nada de “soccer”. Están temerosos o preocupados sobre ciertas libertades de expresión que muy en el fondo es la pérdida de billetes verdes lo que realmente los mata y enloquece. Se encuentran entre la crema batida del poder y guaruras, se saludan en la sala del balcón central de Palacio Nacional. Es la mañana del domingo dieciséis de septiembre del año en curso.
No es de esperarse nada de sorpresas entre gente tan selecta del protocolo.
El vulgo y ellos se han levantado temprano. Ya no es como en los buenos tiempos. Antes, el besa manos era todo un acontecimiento Era como ir a los premios Oscar.
El Zócalo empieza a llenarse. Hace unas horas, casi rayando la madrugada y los buenos días, las tropas del ejército, la armada y cadetes de la Marina Nacional, han estado formados en perfecto orden en toda la inmensa explanada fría. Se han retirado para incorporarse al desfile. Volverán de nuevo a la plancha del Zócalo para que el ejecutivo pase lista a las fuerzas armadas.
El desfile formal se inicia por tierra, mientras por aire pasan continuamente aviones y helicópteros. Así, hacen la presentación oficial los integrantes de las Fuerzas de Apoyo Federal, vestidos con un uniforme café y con sus vehículos pintados de igual color.
La aparición de una escuadra de aviones supersónicos F/5, los cuales, al igual que el resto de las 68 aeronaves y helicópteros de la Fuerza Aérea y 12 más de la Armada de México, pasan en formación hasta en tres ocasiones sobre el centro de la ciudad de México.
Los personajes del poder televisivo observan desde el fondo del balcón presidencial junto con los miembros del gabinete presidencial, diplomáticos e invitados especiales. También se encuentran los hermanos de la esposa del Presidente, entre ellos Juan Ignacio e Hildebrando Zavala, este último acusado por Andrés Manuel López Obrador de haberse enriquecido con contratos gubernamentales cuando Calderón era secretario de Energía.
Todos se han dado cuenta, pero todavía no salen los comentarios post- desfile, son apenas las diez de la mañana. Ataviados con gorra castrense (el mayor con dos estrellas y el menor con una), los pequeños Calderón, los hijos varones de la pareja presidencial, imitan a su padre cuando éste levanta la mano a la altura de la cabeza para saludar desde el balcón central de Palacio Nacional a los contingentes de soldados y marinos. A los niños Calderón les queda bien el traje; se lo hicieron a la medida en la Secretaría de la Defensa Nacional, comenta un militar al periodista de La Jornada, quien sin embargo reconoce que ha sido un “exceso” que los pequeños portaran insignias. Aunque “sabemos –justifica– que el Presidente lo hizo por la alta estima que le tiene a las fuerzas armadas”.
Es el toque personal del jefe de las fuerzas armadas. “En su toma de posesión, Fox saludó a sus hijos desde la tribuna del Congreso. Ayer, Felipe Calderón llevó a dos de los suyos portando uniformes e insignias militares reglamentarios. ¿Cuál es el mensaje?” escribirá la línea editorial de La Jornada al día siguiente, y si es el que todos pensamos, como lo piensan los dueños de las televisoras y otros interesados, que se cuiden todos de las ínfulas de poder y represión del nuevo gobierno que no respeta las insignias de la Defensa Nacional. O simplemente es un detalle de un padre consentidor y admirador de la milicia mexicana. El espectáculo del dieciséis termina veinte minutos antes de las doce del día. Apago la tele. Va que va.