jueves, 17 de febrero de 2011

Crónicas de una aventura enmascarada V


A un lado de la casa de Don Albert vive Don Robert. No pasa desapercibido para nosotros lo curioso que los dos tengan nombres en inglés. En la entrada de su casa, a menos de medio metro, se observa una vitrina. En su interior, detrás del crtistal: máscaras rústicas, las tradicionales del cojó; también hay muñecos de cojós y pochoveras para adornar un estudio, como lo hizo el señor presidente municipal de Tenosique en sus oficinas por ejemplo.
Si nos apegamos al lenguaje de la banda Detrás de la madera podemos sacar una frase que escuché repetir a más de uno: Don Robert es la onda.
Pasamos la vitrina con cámaras, micrófonos, luces y rebotes. Su taller como el de Don Almendra es al fondo; pero antes de llegar hay gallineros, jaulas, donde conviven pavos, gallinas y los enjaulados: los gallos de pelea.
Mientras instalamos todo para empezar a filmar Don Robert como si nada, empieza a hablar para el que lo quiera escuchar mientras lija una de sus creaciones. Dice que ayer estaba paseando en lancha por el río con dos de sus amigos y que vieron la noche más estrellada que han visto en su vida, y eso que tienen toda la vida aquí, admirando noches parecidas. Esta historia le recuerda otra porque pasaron por el playón, donde las algas y la arena conviven con los cerros y las estrellas. Hubo una ocasión en que menos viejo pasó con otros amigos. Uno de ellos, hay que decirlo, con unas cervezas encima; era la primera vez que lo llevaban. Le encantó tanto el paisaje que se paró de la embarcación y quiso brincar hacia la orilla de la arena. Para su fortuna, dice Don Robert, no pudo y quedo cerca de ellos. Don Robert vio cómo su amigo se hundía en la arena rápidamente; la arena no lo quería soltar. Lo tomaron del brazo y con mucho esfuerzo pudieron salvarle la vida. Por eso nadie va a tomar el sol o bañarse en tan hermoso sitio. Se ve pero no se toca. Si el amigo no hubiera estado tomado hubiera podido brincar lo suficiente para alejarse de la lancha y don Robert y sus amigos no lo hubieran alcanzado y estaría muerto.
Al platicar con Don Robert pudimos descubrir el lado tradicional del pochó. Él también es de aquella generación de niños que quedaron embrujados ante la magia del juego. Lo practicó con entusiasmo pero por problemas de circulación en la sangre le recomendaron dejarlo. Es así que decidió aprender con un viejo maestro en el Tenosique de mitad del siglo veinte; a este maestro no le servían sus piernas y Don Robert lo recuerda como un artista de la careta pues podía copiar con mucha destreza cualquier rostro en las máscaras de cojós.
Don Robert defiende la forma original de las caretas de los cojós. Él no trabaja otras máscaras que no sean las del jaguar y la del cojó rústica. También hace los llaveros que nos cuenta él inició y ahora pues todos fabrican. Han venido varias personas con diseños de superhéroes americanos y pagan bien pero Don Robert no acepta. Él es fiel a preservar la danza del pochó como le ha enseñado la vida misma.
Para finalizar don Robert nos muestra sus aves. Ponemos especial atención en sus gallos de pelea. Don Robert nos cuenta que uno de sus mejores amigos lo invitó un buen día a su casa para unas carnes asadas. Paseando en la reunión en el patio vio que su amigo tenia jaulas donde habían gallosd de pelea; le parecieron animales interesantes. Cuenta que su amigo se le acercó y le preguntó: ¿Te gustan? A lo que don Robert respondió que sí. Entonces que el amigo le regala un gallo y una gallina y que se los lleva. Semanas después el amigo lo visita con comida especial y le regala un libro sobre cómo cuidar y entrenar a gallos de pelea. Ahora tiene varios gallos ya peleados y otros que apenas son unos tiernos pollitos oscuros.
El director del docu pregunta si no siente tristeza cuando por ejemplo le toca las de perder; el contesta que sí pues al final uno se encariña con el animalito pero así son las peleas de gallos, como la vida, con alegrías y tristezas.

miércoles, 9 de febrero de 2011

El rostro detrás de la madera



Aqui estamos apoyando a la banda videoasta para el documental "El rostro detrás de la madera", un interesante proyecto que abordará el lado humano de la danza del pochó, en Tenosique, Tabasco.

Para ver un adelanto, más fotos y crónicas de la filmación por su servilleta da click en:

http://www.elcojo-documental.com/index.html